A punto de cumplir 75 años, jubilado hace 10 de lo público y manteniendo una consulta privada de pediatría, en la que no valen cheques o tarjetas de aseguradoras, en un modesto barrio madrileño desde el año 73, os puedo contar décadas de lucha con las aseguradoras, especialmente con ASISA, informando por escrito durante décadas al Colegio de Madrid de las tropelías que cometían con nosotros. En casi 5 décadas no he conocido un Colegio que nos defienda, un solo vocal de ejercicio libre que haga algo y he asistido a la formación de inútiles asociaciones sin resultado alguno.
Tengo mucha experiencia en estos tristes temas y asumido que ni las aseguradoras, ni los colegios, ni el estado, ni los pacientes, tienen culpa alguna de que el mal llamado Ejercicio Libre (el más esclavo), nos trate como nos trata, la razón: es el propio médico, pesetero de perra gorda, sin orgullo, sumiso, temeroso, esclavizado, que reconoce en privado todo esto pero no públicamente, no sea que le echen de la aseguradora que le paga como a la mujer de la limpieza.
Si no cambia el individuo no logrará nada el colectivo
Dr. Pereira Rodríguez Cº 28/28/16951
Ignacio Guerrero
Gracias Dr Pereira. Suscribo todo lo que escribe y me sirve para luchar aun con más fuerza. El médico debe ser un profesional libre y me atrevo a decir que no solo en la sanidad privada, sino también en la pública.
Es la única garantía para los pacientes y países como Francia o Alemania lo tienen muy claro, nadie interfiere ni se mete en la relación médico-paciente, que es sagrada.
Un cordial saludo y muchas gracias.
Encarnación García-Ligero Ochoa
Coincido en todo con el Dr. Pereira, yo hace años que dejé de trabajar para ASISA y SANITAS, aunque mantengo la colaboración con otras compañías aseguradoras, he de confesarlo.
Dra. Encarnación García-Ligero Ochoa – Cº28/28/38450
Tilson Antonio De Los Santos Polanco
Es tanto así, que muchos “chiringuitos” (llamados clínicas o centros médicos), gestionados por inversores (grandes y/o pequeños), incluso algunos por médicos o sanitarios, sin idea de gestión sanitaria; más bien gente que invierte en sanidad asistencial como hubiesen podido invertir también en una tienda de ropa o un quiosco de tabaco, etc., y que han desplazado la (autoridad) del médico, vulnerado su ejercicio libre, precarizado su salario o retribuciones, y esto porque han encontrado en las empresas aseguradoras la pareja perfecta para armar ese entramado de monopolio. Recordad que las claves en principio se concertaban con el médico, ya luego vieron que era más conveniente esa relación estrictamente comercial con las empresas (centros médicos y similares); y aquí entra ese argumento que Usted muy bien relata: la poca pericia (no instruido en el tema) del médico en lo relativo a cómo debe ser su relación (comercial) con el paciente (recordad que es una prestación de un servicio, y que tiene unos costes). Además, la medicina nos educa en la “vocación”; en ese darlo todo, no dejar tirado a nadie, porque en parte, debemos sentirnos recompensados con la “satisfacción” que nos deja el ayudar a curar y/o paliar el sufrimiento de los demás. Pero entre esa satisfacción de lo hecho y los honorarios de risa, parece que nos han pillado el carrito de los helados.
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A punto de cumplir 75 años, jubilado hace 10 de lo público y manteniendo una consulta privada de pediatría, en la que no valen cheques o tarjetas de aseguradoras, en un modesto barrio madrileño desde el año 73, os puedo contar décadas de lucha con las aseguradoras, especialmente con ASISA, informando por escrito durante décadas al Colegio de Madrid de las tropelías que cometían con nosotros. En casi 5 décadas no he conocido un Colegio que nos defienda, un solo vocal de ejercicio libre que haga algo y he asistido a la formación de inútiles asociaciones sin resultado alguno.
Tengo mucha experiencia en estos tristes temas y asumido que ni las aseguradoras, ni los colegios, ni el estado, ni los pacientes, tienen culpa alguna de que el mal llamado Ejercicio Libre (el más esclavo), nos trate como nos trata, la razón: es el propio médico, pesetero de perra gorda, sin orgullo, sumiso, temeroso, esclavizado, que reconoce en privado todo esto pero no públicamente, no sea que le echen de la aseguradora que le paga como a la mujer de la limpieza.
Si no cambia el individuo no logrará nada el colectivo
Dr. Pereira Rodríguez Cº 28/28/16951
Gracias Dr Pereira. Suscribo todo lo que escribe y me sirve para luchar aun con más fuerza. El médico debe ser un profesional libre y me atrevo a decir que no solo en la sanidad privada, sino también en la pública.
Es la única garantía para los pacientes y países como Francia o Alemania lo tienen muy claro, nadie interfiere ni se mete en la relación médico-paciente, que es sagrada.
Un cordial saludo y muchas gracias.
Coincido en todo con el Dr. Pereira, yo hace años que dejé de trabajar para ASISA y SANITAS, aunque mantengo la colaboración con otras compañías aseguradoras, he de confesarlo.
Dra. Encarnación García-Ligero Ochoa – Cº28/28/38450
Es tanto así, que muchos “chiringuitos” (llamados clínicas o centros médicos), gestionados por inversores (grandes y/o pequeños), incluso algunos por médicos o sanitarios, sin idea de gestión sanitaria; más bien gente que invierte en sanidad asistencial como hubiesen podido invertir también en una tienda de ropa o un quiosco de tabaco, etc., y que han desplazado la (autoridad) del médico, vulnerado su ejercicio libre, precarizado su salario o retribuciones, y esto porque han encontrado en las empresas aseguradoras la pareja perfecta para armar ese entramado de monopolio. Recordad que las claves en principio se concertaban con el médico, ya luego vieron que era más conveniente esa relación estrictamente comercial con las empresas (centros médicos y similares); y aquí entra ese argumento que Usted muy bien relata: la poca pericia (no instruido en el tema) del médico en lo relativo a cómo debe ser su relación (comercial) con el paciente (recordad que es una prestación de un servicio, y que tiene unos costes). Además, la medicina nos educa en la “vocación”; en ese darlo todo, no dejar tirado a nadie, porque en parte, debemos sentirnos recompensados con la “satisfacción” que nos deja el ayudar a curar y/o paliar el sufrimiento de los demás. Pero entre esa satisfacción de lo hecho y los honorarios de risa, parece que nos han pillado el carrito de los helados.